Origen de las tradiciones durangueñas decembrinas en Durango - VÍCTOR SAMUEL PALENCIA ALONSO - El Sol de Durango
- Categoría: Súchil
- Publicado: Sábado, 24 Diciembre 2022 12:24
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- 24 Dic
Origen de las tradiciones durangueñas decembrinas
Tradiciones y costumbres tienen su historia que nos otorgan identidad, durangueñeidad. En esta época es bueno conocer el origen en Durango del nacimiento, las posadas, las piñatas, los villancicos, las pastorelas, el árbol de navidad, el Niño Dios, Santa Claus.
Por ejemplo, los misioneros de Analco forjaron la tradición del nacimiento en Durango en 1558, como una alternativa de los franciscanos de compartir la palabra de Dios con los indígenas, de conformidad a la técnica que desarrolló San Francisco de Asís, de comunicar la Navidad a través de un nacimiento viviente; en el siglo XVI y cargando las imágenes de María y José para realizar el peregrinaje se da inicio a las posadas, aunque las primeras que se realizaron fueron en Nombre de Dios por el fraile evangelizador Fray Jacinto de San Francisco.
En el siglo XVII las posadas dieron la bienvenida a las piñatas conformadas por siete picos, relacionados con los pecados capitales y que representan la tentación de caer en la desobediencia a Dios y al romper la piñata se obtiene la recompensa, por ello rompemos las piñatas en las posadas que inician el 19 de diciembre, nueve días antes de Navidad; a finales del siglo XVII llegan las pastorelas a Durango, para instruir sobre la lucha del bien contra el mal, como parte del teatro edificante.
Al crearse la capilla de música en Catedral, llegan en 1667 los villancicos, se ha documentado el primer villancico elaborado en 1731 en Durango titulado “Lágrimas tristes corred, suspiros tiernos volad”, de la autoría de Pedro Rebasa; a principios del siglo XVIII los jesuitas introdujeron a Durango a San Nicolás de Bari, conocido como Santa Claus, Papá Noé o San Nicolás, que por su generosidad al regalar dulces a los niños, da origen a los aguinaldos; en el comercio de Maximiliano Damm, un almacén ubicado en la Casa del Conde de Súchil –hoy propiedad de Banamex en calle Madero esquina con 5 de Febrero-, en 1890 celebra la Navidad instalando un pino -de conformidad con la tradición en los monasterios del norte de Europa en la zona germana-, y la sociedad durangueña acuñó la tradición del cónsul prusiano.
En la provincia se acostumbra que con la celebración del nacimiento del Niño Dios la noche del 24 de diciembre lleguen los regalos, y en la capital del país los regalos llegan el día 6 de enero, recordando el pasaje bíblico de los tres Reyes Magos.
Y en todo México se acostumbra partir la Rosca de Reyes, con el compromiso de que a quienes les toque en la rebanada el “monito” serán los patrocinadores de la “tamaliza” el 2 de febrero, Día de la Candelaria.
Con el Niño Dios o los Reyes Magos, considero que todos tenemos al respecto, una historia de decepciones, de frustraciones, de recuerdos gratos. Cuando eres niño no hay fecha más impactante que el día en que todas tus ilusiones chocan con el desencanto.
Una tradición de verdadera unión familiar representaba la tarea de hacer los buñuelos: desde la compra del costalito de 5 kilos de harina en “Harinera la Providencia” de los Fernández de Castro –en Gómez Palacio y Constitución-, de amasarla hasta que brotaran las “ampollas” y dejarla reposar, extenderla en toda la mesa redonda, recortar los buñuelos con el apoyo de la circunferencia de los platos para que no surgiera el grosor en las orillas y proceder a extenderlos en el patio sobre manteles y papel periódico para que se orearan y freírlos en el sartén con manteca con su respectivo peso 0.720 o dos monedas de cobre de 20 centavos -para que rindiera la manteca-, sacarlos del sartén para agregarles el azúcar. Y saborearlos desde la Noche Buena hasta después del año nuevo. Una verdadera fiesta de unión familiar. Tiempos aquellos…
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