DE QUE COLOR ES EL VIENTO - PARTE I - Autor: Anónimo
- Categoría: Súchil
- Publicado: Miércoles, 24 Agosto 2022 15:13
- Escrito por Super User
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- 24 Ago
DE QUE COLOR ES EL VIENTO - PARTE II - Autor: Anónimo (Ir a la parte II)
En una visita que hice a mi pueblo cuando yo cursaba la prepa en Durango, llegando al pueblo quise salir a caminar, me hice acompañar de un primo un poco mayor que yo y fuimos caminando por toda la Avenida del trabajo deteniéndonos continuamente para saludar amigos o familiares que nos encontrábamos en nuestro camino.
Una parada más fue para saludar a una querida amiga quien en aquel entonces estaba trabajando en la tienda de la Conasupo, justo enfrente de la estación del ferrocarril. Estábamos platicando animadamente cuando vi pasar a una chica muy guapa y muy bien vestida, recuerdo que le dije adiós guapa… y sin pensarlo dos veces salí de la tienda a saludarla, dejando en la tienda a mi primo, que amablemente me acompañaba, ella lucia hermosa y radiante, a sus 17 u 18 era ya una hermosa mujer.
Tenía mucho tiempo sin verla, de hecho eran quizá varios años. Ese encuentro fue inolvidable, la acompañe rumbo a su casa, pero amablemente le pedí que camináramos con otro rumbo antes de llegar, ella acepto y juntos caminamos por aquellas empedradas calles de nuestro pueblo. Las horas fueron pasando y seguimos juntos, el sol en el horizonte torno en rojiza aquella tarde, que inevitablemente se entendía que estaba por caer la noche y digo que inevitablemente por que hubiera querido que las horas se hicieran más largas, quería pasar más tiempo con ella, el pueblo poco a poco fue tornándose más apacible, a lo lejos se escuchaba el cantar de algunos gallos, el rebuznar de algún burro y de vez en cuando el ruido de alguna camioneta o automóvil circulando por aquellas antiguas calles empedradas de nuestro querido pueblo.
No lejos de su casa nos sentamos sobre una barda de poca altura hecha a base de adobes, de pronto ella con una ternura muy especial empezó a platicarme una película que yo no había visto y que a ella le había encantado, esa película hablaba de dos niños que se conocieron en la primaria y que se hicieron grandes amigos, ellos eran cieguitos, la niña era una perteneciente a una clase media alta, mientras que el niño era proveniente de la más pobre periferia en el Distrito Federal. Platicamos de la música que nos gustaba y muchas cosas más. Poco a poco íbamos encontrando demasiadas coincidencias en nuestros gustos lo cual hacia que cada minuto que pasaba sirviera para hacernos sentir que entre nosotros ya había nacido algo mucho más fuerte que una simple amistad. Aunque habíamos cursado juntos el tercer año de primaria, la verdad es que nunca antes habíamos cruzado palabra.
Dentro de aquel bien combinado atuendo que vestía, ella traía en su cuello una colorida mascada que la hacía ver más elegante, recuerdo que se la pedí para ponérmela yo. Mientras ella seguía hablando recuerdo que se bajó de aquella barda en la que estábamos sentados, quizá pensando ya en tomar camino rumbo a su casa, se voltio hacia mí que aún permanecía sentado sin ganas de bajarme y continuar platicando un rato más, sin pensarlo, tome la mascada de los extremos y en un rápido movimiento de nuevo la coloque en su cuello, pero sin haber soltado los extremos de aquella mascada jale su cabeza hacia mí, dándole un enorme y tierno beso al que afortunadamente amablemente correspondió, mis piernas sé que estaban temblando y sentía que el corazón se me salía del pecho, no si ella lo sabía o no pero sentía cierta vergüenza por haberlo hecho de esa manera pero por otra parte de momento me sentí un conquistador.
Juntos vivimos momentos inolvidables por un muy buen número de meses, hasta aquel agosto en que nuestras vidas dieron un irremediable cambio cuando yo tome camino rumbo a otra ciudad.
Dejar mi pueblo fue un hecho deseado, pero sumamente doloroso, en mi pueblo se quedaba mi madre, mi abuelita, mis familiares, una novia a la que adoraba, y un baúl de recuerdos de momentos felices vividos en aquel pequeño pueblo de Durango.
MI nueva ciudad de residencia fue benévola conmigo, llegue entre semana y para el siguiente lunes ya tenía trabajo en una muy importante empresa. El trabajo me mantenía sumamente ocupado, lo cual me ayudaba un poco a hacer menos dolorosa esa nostalgia que ahoga mi alma.
A mis 19 años conocí lo que es estar totalmente solo en una ciudad que no conocía. Todo era diferente, el tamaño de la ciudad, sus costumbres, su arquitectura, vamos… hasta la forma de hablar.
Para colmo, aquellos 100 pesos que me quedaron era todo mi capital. Ahora que veo en retrospectiva ese momento, me pongo a pensar que hubiera hecho si me hubiera ido mal, con 100 pesos no podía haber sobrevivido más de 2 días. Pero dios es grande y mis ganas de salir adelante me mantuvieron firme aun en aquellos momentos difíciles.
Por un tiempo estuve recibiendo cartas de mi novia de Súchil, era un día de fiesta recibirlas, igualmente le mandaba cartas con la misma frecuencia que como las recibía. Sus cartas eran un bálsamo que curaba mis heridas, mi angustia y mi soledad, escuchar cualquier canción que llegamos a escuchar, me hacía recorrer cada uno de los hermosos momentos que pasamos juntos. Varias ocasiones sentí la necesidad de regresarme o ir por ella, pero a mis 19, era apenas un chamaco inmaduro y sin experiencia de la vida.
El 25 de diciembre visite a mi mama y a mi novia en aquel frio invierno duranguense, fueron unos días hermosos e inolvidables, llenos de promesas y sueños, que irremediablemente siempre terminan de nuevo en despedidas igual de dolorosas.
En enero fui al seguro para que me dieran algún medicamento contra un dolor de espalda que traía, mi larga época de portero de aquel “Deportivo Hernández, nuestro equipo de la colonia” quizá me estaba cobrando la factura, me dieron medicamento pero además traía una pequeña fistula que me incomodaba a lo que el doctor sin mayor miramiento ni duda dijo “Hay que operarla”, el doctor vio mi sorpresa y me aclaro que era una operación rápida y de poco riesgo, me programo creo que para el mes de marzo.
Un día antes de la operación llegue al IMSS para ser internado, no me quisieron aceptar sin la presencia de un familiar, después de decirles que no tenía familia en esta ciudad y pedir autorización a la administración del IMSS, aceptaron y guardaron mis cosas.
En menos que me lo esperaba y ya vistiendo una pequeña bata llega una joven enfermera y me pide que me siente en una silla de ruedas, yo le respondí que no era necesario, pero ella me dijo que era parte del protocolo, rápidamente en un pequeño descuido hice que ella se sentara en la silla de ruedas y rápidamente tomamos camino, la pobre chamaca solo me decía, “deténgase por favor, me van a regañar”, claro que no le hice caso seguí, pero cuando la vi angustiada me detuve y me senté para que ella me llevara a mi cuarto en el piso dos o tres, no recuerdo bien.
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