Cuentos folklóricos de mi pueblo - Autor: José Félix Hernández García

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caminito de la escuela

Cuentos folklóricos de mi pueblo

Para los que nacimos en Súchil a principios y mediados del siglo pasado cuando aún no existía la tecnología de hoy día. Uno de nuestros pasatiempos favoritos era escuchar los cuentos que en las noches antes de dormir, nos relataban nuestros padres, abuelos y bisabuelos. Fue una hermosa tradición que en aquella época existió, y que ahora lamentablemente va desapareciendo.

 

Aquí les dejo uno de varios cuentos o fabulas que he escrito y conservo en mi librero personal, ya que son herencia de mi padre y dos de mis abuelos. Y con los cuales algún día pretendí publicar un libro.

 

Era un paisano y su mujer que vivian en un ranchito muy pobre, por alla por el rumbo de Santoyo. Los dos habían nacido en Súchil pero pa star junto a su tierrita se fincaron unos cuartitos por un cachito de tierra alzada en una de las cabeceras de la milpa.  El hacia de vaquero pa un riquillo que traiba sus reses en un potrero allí juntito,  donde ellos vivian.

 

Un día el patrón dueño de las vacas se allo con un amigo ajuerita de la iglesia y enrte platicas el;  su camarada del rico, que era un catrincillo y un gueno panada. Le conto que alla por las tapias que están merito enfrente de las escuelas viejas, ya había mirao arder una o dos veces. Por ay cuando caiba la noche y que munchos de sus compas tamien miraron lo mesmito.

 

Al hombre rico se le hacia agua la boca nomas de pensar en la relación qu’iba a desenterrar de aquel lugar, qi’asta ni pudo dormir en la noche.

 

Pos ya el rico sabia que su amigo era un haragan y un arguenudo que no le gustaba la talla. Y que aparte era un endino topillero que nunca traiba un cuarto en el bolsillo y por eso taba mas pelao que un coco. Pero el ricacho pensó que’n cuanto sacaran el dinero, le daba empujon pal joyo y ay lo dejaba.

 

Pal dia siguiente se jueron con pala y talachi en mano a desenterrar la relación, y por alla agasapaos se quedaron devisando pal mesmo lugar donde el haragan había mirao arder dende antes. Y en cuantito miraron la lumbre, empezaron a echar talachi pa sacar el entierro.

 

Pero dicen los que saben, que cuando te jallas un tesoro alla abajo de la tierra , si tienes envidia; el dinero se vuelve toito carbón.    Pos asi les a de haber pasao a ellos, porque en cuanto se jallaron un cuarteron relleno de puras alazanas di’ oro, de repente se les volvió carbón.

 

El rico desanimao le dijo al haragan que se llebara el cajoncito con carbón pa ver  quen se lo mercaba.

 

En eso el hombre del ranchito y su mujer que taban en la vil jaspia, acordaron deshaserce de la única vaca que tenían. Pos pa poder comer, porque en la milpa no se dio ni zacate ese año

 

Y ese dia por la mañana el paisanito echo pie pal pueblo. Pos pa feriar la vaca, y mientras la mujer se quedo haciendo un caldo de copete de guarachi,  sasonao con ramitas de garambullo; que es l’única cosa que les quedaba.

 

En su andancia se topo con un hombre que cabrestiaba un chivo y le dijo: vea uste señor, yo le fereo este chivo por esa vaca ensuciada y fea que lleva su merce.       Escrito por:  J.F.H.G.          Continuara…

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